Sócrates en el Bierzo
por Valentín Carrera
[“Atardecer en Atenas” de Aniceto Núñez, Editorial Ir Indo, Vigo, 2008]Lector o lectora de Bierzo 7 -por cierto, esta fórmula que parece inventada por Ibarretxe, vascos y vascas, la usa con frecuencia Cervantes en El Quijote-: ¿conoces algún político, empresario, conselleiro, marinero, alto ejecutivo con quien puedas estar en su despacho tranquilamente durante una o dos horas hablando de los Diálogos de Platón? Yo sí: Aniceto Núñez.
Aniceto Núñez García nació en Cacabelos y reúne en su afortunada biografía tres condiciones envidiables: es berciano, es filósofo y está jubilosamente jubilado. Nacido en 1940, anda pues en la edad erótica y es, más que nunca, dueño de su tiempo, de sus lecturas y de sus reflexiones.
Aniceto ha dado recientemente a luz un libro espléndido, de lectura apasionante; pero difícil analizar y trasladar su denso contenido a este breve artículo, por lo que solamente quisiera dejarte hoy, lector o lectriz que paseas tus ojos por las páginas de Bierzo 7, una invitación a la lectura, que escribo desde la amistad duradera y desde el afecto.
En el Instituto Gil y Carrasco de Ponferrada, yo tuve dos imprescindibles profesores de Filosofía. Uno, Adolfo Héctor Alonso Abella, cuyos apuntes puedo revisitar treinta y cinco años después y siguen siendo de claridad diáfana y de sólida consistencia conceptual. Dos, Aniceto Núñez, que nunca me dio clase, pero ejercía entonces en el instituto y en el cineclub el liderazgo intelectual del verdadero maestro, Sócrates.
Mi sorpresa –en realidad no debiera sorprendernos, era previsible- es que al cabo de muchos años, Aniceto Núñez nos regala a todos los amantes de la Filosofía con un ensayo clarividente, “Atardecer en Atenas”. Si hace unas semanas, decíamos aquí que “Los secretos del Sil” de Suárez-Bárcena, inaugura la novela negra en las letras bercianas, no tengo duda de que con “Atardecer en Atenas” entra en nuestro universo literario otro género inédito, la Filosofía, con mayúscula: Sócrates en El Bierzo.
No quiero distraer tus ojos lectores del paisaje ético y estético que Aniceto Núñez contempla, y nos transmite, cuando el sol se oculta tras el Peloponeso y tiñe de fuego las columnas del Partenón. El resplandor de ese sol tiene el color de la verdad: si lo miras de frente es cegador como la luz blanca de la muerte. El resplandor de Sócrates.
A hombros de gigantes
¿Te imaginas, lector, regresar a la Atenas del siglo V y conversar largas tardes con Sócrates, Tucídides, Aristófanes y el joven Platón? Aniceto Núñez lo ha hecho y comparte con nosotros su diálogo, su rica experiencia. El ensayo se estructura en cuatro diálogos platónicos: “Pericles, el comienzo del fin”, donde el filósofo-político analiza la perfección y posterior degeneración de la democracia ateniense; “El diálogo de Melos”, sobre la imposición de la fuerza militar, o simplemente, sobre el abuso de la fuerza como método político; “De la derrota al golpe de Estado”, sobre la dictadura de la calumnia; y “Sócrates: el sueño de Atenas”, sobre la muerte de Sócrates y la muerte civil de Atenas, sumida en el sueño eterno.
Los cuatro ensayos se articulan a partir de textos originales de los protagonistas. Aniceto Núñez les hace hablar y pone en su boca, con rigor y fidelidad, fragmentos de sus propias obras: “Historia de la guerra del Peloponeso”, de Tucídides; “Helénicas” de Jenofonte; y los diálogos de Platón “Apología”, “Critón” y “Fedón”. Pero la obra, cargada de sabiduría, no es farragosa ni erudita: el discurso entrecruzado se desliza con suavidad y, oyéndolo, porque “Atardecer en Atenas” es un libro para leer en voz alta, uno imagina que no pudo ser de otro modo la conversación entre estos cuatro gigantes de la cultura griega. Irónicos, certeros, apasionados, serenos.
Los asuntos de los que Aniceto Núñez nos habla pertenecen a finales del siglo V y principios del IV, pero los temas son de tal actualidad que el autor consigue que Sócrates, Tucídides, Aristófanes y Platón nos hablen de la guerra de Irak, del terrorismo, de la decadencia de nuestra democracia y de todos sus vicios contemporáneos. Con sus minuciosas lecturas de los clásicos, Aniceto consigue el milagro de convertirse a sí mismo en el mejor de los atenienses y convierte a Sócrates y Platón en los más lúcidos cronistas de nuestros días.
-Algo de razón tienes, Aristófanes –intervino el joven Platón-. Creo que los sueños de los políticos se transforman, con mucha frecuencia, en la pesadilla de los ciudadanos.
-Hay que profundizar en el análisis de la naturaleza humana. Ahí reside la verdadera explicación –repone Tucídides.
-Para definir tu punto de vista, te aconsejo que esperes a reunir todos los datos precisos-, recomienda Sócrates a Platón.
Pericles inventa el euro
¿Quieres saber cómo funciona un partido político en el siglo XXI? Lee esta descripción de Sócrates: “Imagínate una nave: hay un patrón, más alto y más fuerte que todos los que están en ella, pero algo sordo, corto de vista y que carece de conocimientos náuticos, mientras los marineros están en disputa sobre el gobierno de la nave, cada uno pensando que debe pilotar él”.
Al final, al patrón le quitan el mando de la nave. Quítate tú, para que me ponga yo. Y así una página tras otra, doscientas páginas densas y de lectura apasionante, de rabiosa actualidad.
Así, vemos cómo nace el euro (el talento): “Con la moneda única, Pericles logró que el puerto de Atenas se convirtiera en el centro comercial del Mediterráneo, al que llegaban todos los recursos del mundo”. Y las restricciones comerciales o el bloqueo de USA a Cuba: “Pericles había prohibido a los megarenses traficar en los mercados del Ática y de todo el imperio ateniense”. Pronto estallará la guerra de Irak-Troya y sabemos que no fue por la belleza de Helena y el honor de Menelao, sino por los pozos de petróleo: “el dinero, la ambición de poder, el control del comercio, el dominio de las materias primas necesarias…”
Repara de nuevo, amante de la Filosofía, que Aniceto Núñez está hablando en todo momento de Atenas en el siglo V, no de Bush ni de Aznar… ¿o tal vez sí?: “Quien puede utilizar la fuerza no tiene ninguna necesidad de acudir a pleitos”, afirma Tucídides a propósito del imperialismo expansivo de Pericles. La obstinación, la terca obstinación de la violencia.
Verano del 432, Pericles se niega a levantar el embargo comercial a Megara e insiste: “la guerra es inevitable”. La guerra sobreviene “y el individuo desaparece ante las razones de Estado”. Aristófanes lo lamenta: “cometió una equivocación tan monstruosa que costó la vida a miles y miles de atenienses y logró que la Atenas próspera y respetada se transformara en la Atenas despreciada y odiada por todos los griegos”.
Porque, en efecto, concluye Platón viendo de lejos la invasión de Irak, “el mal parece un bien a aquel a quien un dios ha vuelto ciego. Y ninguna ciudad puede ser libre si no son libres las demás ciudades”.
La destrucción por la calumnia
Y así, una tras otra, Aniceto Núñez engarza doscientas páginas de Filosofía, de Diálogo, de Política, guiadas por la exigencia ética de Sócrates, la búsqueda de la verdad, caiga quien caiga. El filósofo cacabelense analiza la corrupción de la democracia: “No lo olvides nunca, Platón: la democracia es el imperio de la ley”. Y el poder terrible de la calumnia: por ejemplo, propagar que Clístenes era homosexual para paralizar su reforma política, ¿acaso no suena a podredumbre reciente, a prensa bazofia, a televisión basura?
En la falsa democracia, primero se denigra mediante el rumor y la insidia al rival, al que discrepa, al que no comulga con ruedas de molino, al heterodoxo. El paso siguiente es el ostracismo, la muerte civil del opositor. “El ostracismo –pone Aniceto en boca de Sócrates- se convirtió en arma mortífera para todo aquel que opinara libremente sobre cualquier asunto, político o ideológico”.
Sócrates anticipa su propia muerte, que “Atardecer en Atenas” nos describe en sus emocionadas páginas finales. Antes desfilan por el libro los funcionarios y pensionistas ociosos, “más de la mitad de los atenienses recibían dinero del Estado”; la megalomanía de la Ciudad de la Cultura y similares, “las obras de la Acrópolis significaron un insulto a todas las ciudades aliadas… Atenas se parecía a una mujer manirrota que deseaba joyas y piedras preciosas. El uso correcto de los recursos públicos –concluye Aristófanes Núñez- es tarea fundamental de un gobernante”.
Y todo ello, con la fuerza única de la palabra, con el diálogo como soporte y como método: “el conocimiento se desarrolla en el diálogo a través del lenguaje”. Sócrates inmortal, Sócrates forever, Sócrates universal. Sócrates en El Bierzo, porque, desde el Castro Bergidum, los ojos insobornables de Sócrates siguen contemplando cada tarde el atardecer de Atenas.