'La raspa del celacanto'
El autor berciano Luis Cerezales ahonda en la historia mágica del Bierzo en su nuevo libro, la primera entrega de una trilogía sobre el origen de la comarca
El polifacético autor berciano Luis Cerezales presentó hoy en Ponferrada su novela‘La raspa del celacanto’, una historia mágica del Bierzo en la que conjuga una prosa rica, a veces preciosista, con una imaginación desbordante que toma a la comarca como un territorio mítico y como un universo literario en el que el tiempo pasado, presente y futuro se confunden para que el autor plasme su visión personal del fenómeno mágico y literario del Bierzo.
Según Cerezales, esta novela es un “lifting mental” en forma de trilogía, de la que este libro es la primera entrega, y cuya segunda entrega podría estar concluida el próximo año. Así, ‘La raspa del celacanto' toma como punto iniciático y excusa literaria la visita de los primeros romanos que hallaron el Bierzo y que, según Cerezales, “vinieron buscando tejos y encontraron oro”.
Todo ello bajo el símbolo mítico y casi místico del celacanto, un pez lobulado que se creía extinguido y que fue redescubierto, como un fósil viviente, a mediados del siglo pasado. El celacanto se configura como la conexión que el autor establece entre el actual territorio berciano y lo que en tiempos geológicos fue un territorio anegado por las aguas del mar.
Sin embargo, bajo la cuidada narración pululan numerosos relatos y valoresbsubyacentes, y entre todos ellos destaca el profundo compromiso del autor con la tierra de sus sueños y sus desvelos. “Nada de este relato mágico podría haberse escrito sin un amor intenso por la tierra, protagonista central y extraordinaria de cada página. Pero tampoco sin la vasta cultura literaria del autor, cuyo caudal rumoroso se ausculta bajo la piel de estas hojas”, recalca Jaime Olmedo en su glosa de la novela.
La presentación tiene lugar en el Hotel Ponferrada Plaza, con la presencia del propio autor, así como del editor Juan Manuel Martínez Valdueza, y la actuación musical de la coral Solera Berciana. Se trata de un volumen de 260 páginas cuya portada ha sido realizada por el pintor berciano José Sánchez Carralero, amigo del autor, y que se venderá en las librerías de la comarca y de la provincia.
Según Cerezales, esta novela es un “lifting mental” en forma de trilogía, de la que este libro es la primera entrega, y cuya segunda entrega podría estar concluida el próximo año. Así, ‘La raspa del celacanto' toma como punto iniciático y excusa literaria la visita de los primeros romanos que hallaron el Bierzo y que, según Cerezales, “vinieron buscando tejos y encontraron oro”.
Todo ello bajo el símbolo mítico y casi místico del celacanto, un pez lobulado que se creía extinguido y que fue redescubierto, como un fósil viviente, a mediados del siglo pasado. El celacanto se configura como la conexión que el autor establece entre el actual territorio berciano y lo que en tiempos geológicos fue un territorio anegado por las aguas del mar.
Sin embargo, bajo la cuidada narración pululan numerosos relatos y valoresbsubyacentes, y entre todos ellos destaca el profundo compromiso del autor con la tierra de sus sueños y sus desvelos. “Nada de este relato mágico podría haberse escrito sin un amor intenso por la tierra, protagonista central y extraordinaria de cada página. Pero tampoco sin la vasta cultura literaria del autor, cuyo caudal rumoroso se ausculta bajo la piel de estas hojas”, recalca Jaime Olmedo en su glosa de la novela.
La presentación tiene lugar en el Hotel Ponferrada Plaza, con la presencia del propio autor, así como del editor Juan Manuel Martínez Valdueza, y la actuación musical de la coral Solera Berciana. Se trata de un volumen de 260 páginas cuya portada ha sido realizada por el pintor berciano José Sánchez Carralero, amigo del autor, y que se venderá en las librerías de la comarca y de la provincia.
Luis Cerezales presenta una historia mágica del Bierzo “La raspa del celacanto”
[ADELANTO] 'El cantón mágico', primer capítulo de 'La raspa del celacanto' |
Jueves 24 de Octubre de 2013 12:59 |
BierzoDiario ofrece a sus lectores en primicia el primer capítulo de la novela de Luis Cerezales (Ocero, 1949) La raspa del celacanto, que se presenta este viernes a las ocho de la tarde en el hotel Ponferrada Plaza.
I. EL CANTÓN MÁGICO
Cuando llegaron los romanos, el sueño virginal que se remontaba hasta los días de la creación concluyó súbitamente. El Cantón era un país ignoto y lleno de rarezas anidado en el cuenco de un caprichoso redondel de altas montañas, donde el agua no embalsaba ni parecía tener salida alguna. Ese solar de apenas seis leguas a la traviesa, sobrado de diversidades y huérfano de las cosas más corrientes, hubo de esperar a esa llegada para que lo llamaran debidamente ya que al no tener un nombre propio lo hacían con genéricos.
Lo descubrieron desde las cumbres contemplándolo de una sola mirada, y en esa primera panorámica de las tierras cóncavas no percibieron el mar ausente que los cataclismos de la formación del mundo habían vaciado en un despiste irremediable. Jamás había sido postal de otros ojos y a los invasores que lo ignoraban solo les pareció una novedad más, hasta que un brutal rebote replicó a su osadía y les avisó de que allí... pocas bromas.
No se habían dejado caer por aquellas soledades para arrugarse, estaban para entrar y no se rajaron. Ante el insólito reto, estimularon sus arrestos remolones en la prepotencia de saberse peones del mayor poder terrenal y resueltos, como acostumbran los que van armados, violaron el territorio inmaculado sin reparar en los estropicios y sin culparse por la afrenta.
Ninguna profecía alertó del espantoso trauma y el mito se precipitó a la historia moliente. Al cabo era comprensible que un lugar con tantas carencias no tuviera sus propias adivinaciones, mas la lección que enseña que las voluntades humanas pueden alterar los designios se aprendió para los restos.
Apenas hay referencias anteriores a la legendaria convulsión, si acaso vagas suposiciones sobre un ensueño perdido en los confines del misterio. Tal vez no sean más que delirios de desventurados; ya se sabe que la felicidad es inescrutable para los que padecen, y a estos les motiva lastimarse imaginando dichas perdidas. Lo cierto es que aquel infausto día alguna pieza díscola enloqueció trucando los engranajes del destino; una avería fortuita que arrolló la ventura y dejó que los pasos del devenir los marcaran unas tercas sandalias legionarias.
Nunca había ido nadie. Los viajeros esquivaban esas tierras aterrados por el pavor que infundían sus truculentas leyendas. Prevención que, al decir de sus naturales, eran simples fobias de extranjeros empeñados en tildarlos de malditos; todo porque les resultaba execrable su avenencia con los fenómenos sobrenaturales e impropio del linaje humano amancebarse con el bestiario autóctono de fertilidad demoníaca.
Los romanos eran exploradores que venían del otro lado del secarral buscando tejos. Llegaron tras una épica travesía sin que los moviera la disciplina, virtud poco observada en ese cuerpo, ni tampoco la fama, que siempre se la apropiaban los jerarcas. Lo hicieron conminados por una orden que les dio a elegir entre el inquietante enclave o un cepo de por vida; y la luz del instinto resolvió colocarlos ante el remoto escondrijo al que solo se podía entrar bajando.
Sobrecogidos por el tremebundo recibimiento pero rehenes de la llamada del misterio, los allanadores entraron y obraron un país de estreno. De su lejana estancia quedan mil restos enterrados, muchos nombres de personas, alguna afición pagana y una pitanza rotunda; pero, sobre todo, sigue latente el ansia domeñada por lavar con los ríos las montañas y retoñar el grito atávico de...¡¡oro, oro, oro..!!
Mirar desde la sierra redonda era vislumbrar una llanura rota en bancales gigantes encintada por un frunce de colinas menores a modo de gorguera; pero eso era ver solo lo que se veía. Hasta trece ríos tributarios del que moría sin verter el caudal dibujaban meandros traviesos entre una flora ajena a los medios salinos, lo que impedía descubrir que aquello antes había sido un efímero lecho marino sin tiempo de criar arrecifes de coral ni ocultar tesoros sumergidos.
En las inmediaciones del Cantón, observando el cuenco del mar perdido, los romanos no podían imaginar que las aguas escurridas en la mítica incautación habían tenido su propio régimen de mareas. Un secado funesto que privaría al futuro del faenar de los pesqueros artesanales, entre el tráfago de la flota de cabotaje, las estelas de los ferris y las maniobras de la marina. Una marina modesta, como la boliviana, sin enemigos a los que hundir pero con un dragaminas y dos cañoneras con torpedos para hacerse respetar.
Es fácil negar lo que existió si faltan huellas palpables. La profusión de achaques reumáticos y un raro síndrome de labios salitrosos evocaban la esencia marina, pero no la probaban, aunque nadie en su sano juicio esperaría confirmarlo con una procesión de la Virgen del Carmen, de esas a las que acuden en sus planeadoras los contrabandistas devotos a prender billetes de quinientos en el mantón de la patrona marinera. Sin embargo, no se puede afirmar que las aguas salobres no volverán algún día a inundar los dominios que le pertenecen.
Ese dilema arcaico entre lo líquido y lo concreto explicaría por qué ningún poder jamás se estableció allí. Tal vez, no sabían qué hacer con un sitio tan extraño: si lo declaraban demarcación oceánica, resultaba un tanto así destacar a un comodoro, con autoridad y prurito naval, a un destino sin arsenal y sin un mal navío para celebrar las paradas, y si constituían una gobernación terrestre y civil temían que, en un ámbito tan resbaladizo, brotara la insurgencia vindicando un estado independiente.
A los naturales les aliviaba el desinterés de la autoridad foránea que los libraba de sus raleas y rituales, pero también rechazaban tener sus propios dignatarios para evitar que algún mozo apetente de caudillaje les amargara la existencia. Así, resultó menguada la nómina de notables que la gran poza arrebatada a las aguas aportó a la notoriedad, una merma desnutrida por el aislamiento y la resignación.
Sin palacio vicario ni regimiento acuartelado, sin obispalía ni audiencia, tenían difícil dedicarse a esos oficios de medro seguro que requieren de un corazón duro que solo se logra pisando en blando. Y no es que a algunos no les llamara encausar desgraciados, deslomar patriotas o calcinar apóstatas, que de todo habría, es que siempre tuvieron vedadas las alfombras del mando donde se engordan las enciclopedias.
No les cupo elección, al antojo de infundios y maledicencias fueron presa de delaciones amañadas y reos inconfesos de atropellos sumarísimos en expiación de culpas ajenas con las que saciar los apetitos populacheros más sanguinarios. Y así, al albur de interesados prejuicios y ultrajes caprichosos, se urdió una casta resentida, oriunda del repudio, cuya principal apetencia era que los dejaran vivir a su bola y pasar desapercibidos.
El Cantón, vulnerable y ambulante, vadeó los siglos sin desvelar si era una transmutación inacabada o un limbo terrenal flotando entre dos mundos. Es probable que de ahí provenga su carácter dual que, con morbosa querencia por la soga de pita y la viga maestra, se duele de una mala suerte inconcreta mientras se come el mundo con adobo picante y muestra su devoción por las habaneras.
Sin trazas de que un fulgor tardío lo haga revivir, el paraíso se esfumó del lienzo en que estaba pintado. Y lo sensato, más que alimentar imposibles, era volcarse en la tierra, al cabo, como bien inmueble, su única hijuela aprovechable, mucho más que el legado de su memoria, que es un incordio eterno que padecen las estrellas. Un legado travestido de trueno demoledor que vaga por las galaxias atormentando a los cometas, sin que los astrofísicos acierten a encontrar un encaje cósmico a la secuela de aquella gamberrada terminal.
Se sospecha que los estertores fueron caóticos y provocaron un final embarullado, como lo confirma el holograma de un anacrónico pez celestial que burlando la hecatombe se coló en unos tiempos que le son ajenos. En ese grafismo turbador de significado inédito, tal vez se guarden las claves redentoras de la tierra cautiva sojuzgada por capataces. Enigma solo revelado, en confidencias intencionadamente postreras, a los escasos lugareños a quienes se les apareció, porque es sabido que los verdaderos secretos son incompatibles con la vida y nadie los sabe guardar mejor que los muertos.
Cuentan los cuentos que los reinos felices no tienen historia; todos la tienen, desde los más desdichados a los que irrumpen en ella desde la frontera de sueños. Esta es la crónica del país encantado, contada en las huellas de los elegidos que visionaron la ancestral refulgencia. Ocurre tras la remota llegada y el gran trueno, sin que el tiempo relatado tenga demasiada importancia. Antes, la ensoñación vedada que aún perdura, la que viene de las mareas, las mismas que un día regresarán.
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Coelacanthimorpha - Wikipedia, la enciclopedia libre
es.wikipedia.org/wiki/Coelacanthimorpha
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Celacanto -- National Geographic
www.nationalgeographic.es/animales/peces/celacanto
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VRedondoF
Soy un EMPRESARIO JUBILADO que me limito al ARCHIVO de lo que me voy encontrando "EN LA NUBE" y me parece interesante. **
** Lo intento hacer de una forma ordenada/organizada mediante los blogs gratuitos de Blogger. **
** Utilizo el sistema COPIAR/PEGAR, luego lo archivo. ( Solo lo INTERESANTE, según mi criterio). **
**Tengo una serie de familiares/ amigos/ conocidos (yo le llamo "LA PEÑA") que me animan a que se los archive para leerlo ellos después.**
** Los artículos que COPIO Y PEGO EN MI ARCHIVO o RECOPILACIÓN (cada uno que le llame como quiera) , contienen opiniones con las que yo puedo o no, estar de acuerdo. **
** Si te ha gustado la publicacion lo mejor que debes hacer es ir al blog/pagina del autor y DEJAR UN COMENTARIO. En mi blog no puedes dejar comentarios , pero si en el del autor. **
** Cuando incorporo MI OPINIÓN, la identifico CLARAMENTE, con la única pretensión de DIFERENCIARLA del articulo original. **
** Pido perdon por MIS limitaciones literarias .El hacerlo mejor (no mucho) me cuesta dedicarle MAS TIEMPO , y la verdad es que, ademas de no tener tiempo , tengo poca paciencia, por ello, (y nuevamente pido disculpas por las susodichas limitaciones).**
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